Salió a comer papas fritas y beber de los barriles. En chaqueta y en modo Rey Lagarto encendió las luces e invocaba palabras que hacían eco en las paredes. Entendió que los mutantes le fallaron el día de la luna roja.
Al caminar y caer de nuevo la niebla… se encontró solo y anheló aquellos días de años bisiestos y lluvias de abril. Días de reinventos con gafas azules, paraguas transparentes y garúa asolapada. Escuchaba de nuevo… Que de entre todos, ella susurraba: podían existir días a los que puedes llamar como quieras, un Navideath, lleno de murciégalos, conejos y Chewbaccas con luces...
Pero ahora, cuando sus ojos y los susurros no están, él yace perdido y solo existen a diario las noches de luna roja. Y en el silencio de la obscuridad busca, siempre, aquellos ojos frágiles que hacen posible lo imposible, y comienzan con su color, como gotas de lluvia sobre las hojas...