jueves, 20 de mayo de 2010

Ojos


Una anciana, un libro, una mirada perdida. Un hombre, un diario, una mirada siniestra. En el pasillo, tres amigos de pie, tres botellas, tres líquidos de colores… Algo más allá, sin saber nada, dos monjas hablan. Hablan y todos a la vez observan.


Muy cerca, de lado. Una niña y un estuche de violín, en él lleva a otro pasajero, un minúsculo ser que se abalanza entre las telas de su blusa, entre los hilos de su cima obscura. Se abalanza con sus patitas y sus diminutos ojos rojos.

Los de ella, sus ojos, deslumbran al sol, mi reflejo casi transparente sobre ellos, ojos como gotas de té. Personajes extraños unidos en un vagón cerrado. Miran disimuladamente sin querer entender, nos miran diciéndose que no. Personajes de tiempos distintos, de espacios distantes, velocidad de movimiento en un mundo distinto al de fuera. Ella, yo, nosotros, roedor, violín y sus telas.

Vagas y atentas miradas de todos y sus tiempos fuera y dentro de los cristales. Mi tiempo dentro de los cristales, dentro y fuera de todas las miradas, fuera de todas, menos de la suya bajo el sol de una ventana abierta.

Ventana abierta. Aire rápido, distinto, aire congelado y desorientado de invierno. Tiempo dentro de sus ojos tan cálidos, tan brillantes, tan cercanos, tan ausentes…